Invierno: el gatillo de desconocidas migraciones

El invierno ya está plenamente instalado en nuestro país y las condiciones que esta estación trae consigo, como la variación en las horas de luz, la disminución de las temperaturas y el aumento de las precipitaciones, ha gatillado, ya hace varias semanas, la migración de diversas especies de aves que se trasladan a distintos puntos del continente, ya sea la Amazonía o la Tundra en Norteamérica. Sin embargo, esto no solo sucede a una escala “internacional”, ya que también hay migraciones que se desarrollan a través de nuestro territorio, desde zonas australes hacia latitudes más cálidas y también desde grandes altitudes hasta zonas bajas. Los ejemplos clásicos de esto son los casos del picaflor chico y la viudita, aves que se trasladan desde el sur del país hasta la zona central durante el invierno, pero son muchas más las especies que realizan movimientos. ¿Cuántas especies con este tipo de migraciones conoces?

Lo cierto es que a pesar de que hay casos emblemáticos como los ya mencionados, son numerosas las especies que con la llegada del invierno se trasladan a otros sectores. Entre algunas de ellas se encuentra el mero gaucho, el chorlo chileno, la becacina grande, la dormilona tontita, la bandurrilla de los bosques, la gaviota andina, el canastero del sur, entre otras.

Comenzaremos por la que es, tal vez, la migración más “conocida”, llamada migración austral. Este tipo de movimiento es emprendido por muchas especies de nuestro país, trasladándose hacia latitudes más cálidas por la costa atlántica y pacífica de Sudamérica. En el primer caso, algunos ejemplos son el canquén colorado y el chorlo de Magallanes que viajan por Argentina. Mientras que, por el Pacífico, y por lo tanto en nuestro país, algunos casos son el canastero del sur y el chorlo chileno.

El canastero del sur es un pequeño y tímido furnárido que habita las estepas y matorrales de la zona sur y patagónica de Chile, siendo el más austral de los “canasteros estriados” del país. Es un ave escasamente conocida, no obstante, se han descrito dos poblaciones. Una aparentemente residente en la zona austral de Chile (Aysén y Magallanes); y otra que se distribuye, por la costa, entre Maule y Los Ríos, y por la cordillera entre O’Higgins y el sur de la región de Los Lagos. Esta última migraría en otoño principalmente a zonas costeras, pudiendo llegar, de manera esporádica, hasta el Parque Nacional Fray Jorge en la región de Coquimbo, sin embargo, ha habido registros en la precordillera de la región Metropolitana, particularmente en la comuna de San José de Maipo, en el sendero que conduce a la cumbre del cerro Minillas. Este registro se suma a observaciones en la región en los años 1924, 1932 y 1946 en cerros al poniente de San Bernardo.

Como ya mencionábamos, es una especie poco conocida, por lo que no se tiene certeza de las rutas que toma para migrar o cual es el límite de su distribución hacia el norte. Es por ello que es sumamente importante estar atentos a esta especie y compartir registros en eBird, de manera que mediante la colaboración podamos generar más información sobre el canastero del sur.


El chorlo chileno es una llamativa ave playera que durante la primavera y el verano está presente en las regiones de Aysén y Magallanes, donde se reproduce entre los meses de octubre y febrero. Una vez que la reproducción acaba, el chorlo chileno emprende un viaje hacia el norte, que los despliega por una parte hacia Argentina y la costa atlántica, alcanzando incluso la altura de la ciudad de Sao Paulo en el sur de Brasil; y por nuestra costa, en tanto, alcanza de forma relativamente regular la región de Atacama, aunque hay registros en distintos puntos en el litoral del norte grande y observaciones puntuales en Perú.

Sin embargo, no toda su población se mueve hacia el norte, ya que durante el invierno se ha reportado la presencia de bandadas de entre 50 y 100 individuos en sus áreas de cría. Al respecto se especula que los chorlos chilenos que se trasladan al centro-norte de Chile corresponderían a los ejemplares que se reproducen en la zona norte de los canales australes y no a los que lo hacen en la estepa magallánica.

Ahora conoceremos algunos casos de aves que descienden desde la cordillera hacia zonas más bajas, como el valle y la costa. Este tipo de movimiento lo conocemos como migración altitudinal, ya que las especies que realizan este viaje bajan desde la cordillera y por ende, disminuyen la altitud en la que se desenvuelven.  Para adentrarnos en esta migración conoceremos los casos de la gaviota andina y del mero gaucho.

La gaviota andina es una particular especie que habita lagos, lagunas, bofedales altoandinos, embalses y ríos entre las regiones de Arica y Parinacota hasta Aysén, aunque más esporádicamente en la parte austral de su distribución. A pesar de que muchos individuos permanecen en la montaña durante el invierno, la mayoría desciende hasta desembocaduras de río alcanzando números bastante impresionantes, como el que se registró en la desembocadura del río Lluta en donde se observaron 1.500 individuos congregados.  Se describe que estas bandadas se reúnen entre los meses de abril y octubre, sin embargo, es posible observar gaviotas andinas durante todo el año en la costa.

Un dato interesante de añadir es que no se conoce si las grandes congregaciones antes mencionadas corresponden a individuos del altiplano o a ejemplares que se trasladan desde el sur del país debido a una temporada invernal mas hostil.

Algo similar sucede con el mero gaucho, una característica ave cordillerana distribuida a lo largo de todo Chile, fundamentalmente por la cordillera de Los Andes (aunque por la costa, en el límite de las regiones de Atacama y Coquimbo es posible observarlo durante todo el año). Con la llegada del invierno, las nevazones en la montaña y por lo tanto, la disminución en las posibilidades de alimentarse este mero se ve obligado a descender para poder sobrevivir. Es por eso que durante esta estación del año los registros de mero gaucho “fuera de la cordillera de Los Andes” son más habituales y al menos en la región metropolitana las observaciones son en sectores altos de la cordillera de la costa, como el cerro El Roble, cerro La Chapa, y los cerros de la Cuesta Barriga.  También ha sido registrado en el cerro Renca, en plena ciudad de Santiago y en ocasiones incluso alcanza zonas costeras.

Esto también podría ocurrir con otras aves andinas, como el picaflor cordillerano, el minero cordillerano y la tortolita cordillerana.

Para finalizar les planteamos una pregunta: ¿Habían pensado en la posibilidad de una migración invernal cuyo destino sea Chile? Si la respuesta es no, entonces les interesará el curioso caso de la bandurrilla de los bosques. Hablamos de una especie que fue recientemente “separada” de la bandurrilla común, las cuales, hasta hace no muchos años, eran consideradas solo una.

La bandurrilla de los bosques solo está presente en Chile y Argentina y muchos aspectos básicos relacionados a su distribución y reproducción son prácticamente desconocidos. Se cree que tras concluir su periodo reproductivo los ejemplares argentinos cruzarían la cordillera de Los Andes para desplazarse a sus sitios de invernada en Chile que se extenderían entre las regiones de Los Lagos y Coquimbo. Esto correspondería a un patrón migratorio conocido como “trasandino”. Sin embargo, aunque no hay muchos registros, se ha confirmado la reproducción en Chile, particularmente en el Parque Nacional Conguillío, en la región de la Araucanía. Los individuos chilenos también se trasladarían desde regiones del sur del país hasta la zona centro norte, utilizando matorrales precordilleranos, sectores arbustivos de la cordillera de la costa y totorales.

Tal como quedó en evidencia con todos los casos presentados son muchos los vacíos de información que tenemos respecto a nuestras aves, desconocemos sus rutas, los limites de su distribución e incluso cosas tan básicas como su reproducción. Por esta razón es que desde la ROC impulsamos proyectos de ciencia ciudadana para resolver estos misterios de forma colaborativa porque creemos firmemente en que en conjunto podemos generar la información necesaria para conservar nuestra biodiversidad.